“Aquellos que han experimentado viajar a altitudes superiores a los 4000 metros comprenden lo arduo que resulta manejar esa altitud. Era crucial depositar plena confianza en mi cuerpo y prestar atención a cómo se adaptaba a estas condiciones extremadamente difíciles. Por lo tanto, dediqué meses enteros a prepararme, ensamblar mi equipamiento y entrenar mi cuerpo para enfrentar el desgaste físico al que inevitablemente me enfrentaría. Este viaje montañoso es desafiante, y uno nunca sabe qué obstáculos naturales aguardarán en el siguiente instante: podrían ser grietas en los glaciares, cascadas de hielo o incluso avalanchas. Sin embargo, cuando finalmente alcanzamos nuestro destino en la cumbre, supe en ese preciso instante que todo el tiempo de preparación y el esfuerzo físico y mental habían valido la pena. Estar allí de pie fue un momento verdaderamente inolvidable, y me sentí dichoso de tener conmigo una cámara capaz de capturar esa escena de una manera que nadie más podría lograr.”